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DIOSES (DIOSES)

Por Victor Eustáquio


Qué diríamos a Dios, si lo pudiéramos enfrentar con nuestras dudas, nuestras preocupaciones? ¿Y con qué Dios elegiríamos hacerlo? ¿El Dios de la religión que profesamos, el único que reconocemos como tal? ¿O los otros dioses que puedan existir, aunque no creamos en ellos?
 
Si esto pudiera ser un punto de partida interesante para una larga discusión, Gustavo Coletti ha decidido ir más allá y subvertir el principio. Ver los mismos problemas desde otro ángulo. El punto de vista de los propios dioses, si nos imaginamos que existen y discutimos estas cuestiones. Y con esto, la narrativa se convierte en una meta-narrativa que cuestiona el fundamento de la propia discusión metafísica.
 
¿Cómo ven Dios o los dioses a los hombres? ¿Cómo juzgan Dios o los dioses el resultado de su propio trabajo, la creación de la especie humana y del mundo? Después de todo, ¿quién decidió qué es bueno y qué es malo? ¿Dios, los dioses o el mismo hombre? ¿El hombre que convirtió los deseos en objeto de pecado? ¿El hombre que inventó su propio pecado para justificar diferentes escalas de valores y legitimar el poder de unos sobre los demás? ¿El hombre que hace la guerra a la luz del día, intrépido, y hace el amor en la oscuridad, avergonzado? El hombre que no duda en tener la presunción de afirmarse como representante de las deidades en la tierra y así definir sistemas de credos, sistemas de regulación y mediación moral (y en consecuencia social y política), sistemas de reglas que no esconden su vocación absolutista y dictatorial,

Esto es lo que pasa con 'Dioses' (o 'Gods', su título en inglés), una obra tensa y provocativa que pone a Dios en un burdel celestial (el primer paso para 'humanizarlo'), en conversación con otros dioses y ángeles. Dios en un largo debate socrático, confrontado con el juicio de sus acciones y las preguntas que le plantean sus compañeros. Un Dios que, a imagen del hombre (y no al contrario), también tiene sus deseos y los satisface sin vergüenza. Porque Dios no transgrede ni peca.

Aunque con admirables diálogos, es un ejemplo de proyecto atrevido, pero sobre todo arriesgado. Porque no respeta las convenciones. En todos los frentes. No parece una película, porque el punto de vista siempre es el del espectador, sentado en un público mirando un escenario donde todo sucede. No parece una obra de teatro, porque incluso sentado en el público, el espectador participa, a través de la cámara, que se acerca tanto como se aleja del escenario, los actores, los diálogos, a veces desvaneciéndose. Con sucesivos cortes, en una edición igualmente poco convencional, que profundiza la sensación de extrañeza sobre qué tipo de trabajo es este.

Aunque Gustavo Coletti recurre a una puesta en escena cinematográfica, y muestra incesantemente que esto es una película, por cierto ilumina todo lo que muestra, enfocando y difuminando, intercalando los planos más variados en busca de imágenes que sean composiciones estéticas ejemplares. Aunque Gustavo Coletti recurre a encartes que solo a través del cine se pueden mostrar, y en el teatro solo se pueden sugerir.

Por todo ello, también está el notable trabajo de los actores Martín De Léon, Alejandro Keys, Gisela Madrigal y Eva Ángelo. Una composición intencionalmente estereotipada, en la tradición de la dramaturgia clásica, que confunde verosimilitud con inverosimilitud. Porque se trata de un juego de espejos (y máscaras), una meta-narrativa improbable, al menos a la luz de lo inteligible para el ser humano.

Una película asombrosa y trepidante que manifiestamente pretende provocar emociones, embriagadoras o molestas. En una frase, 90 minutos difíciles de digerir si los estómagos están débiles. Audaz, impredecible y totalmente poco convencional.

Fuente   https://www.hlc-cultcritic.com/film-reviews-march-2017/

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